jueves, 20 de diciembre de 2012

Historia de España (parte 1) - Prehistoria y Culturas Antiguas

La Prehistoria

Los más antiguos yacimientos arqueológicos encontrados en España se consideran entre al 30.000-50.000 a. C. (caso de las pinturas rupestres más emblemáticas), como el caso del hombre de Orce, el Arte Rupestre, etc. Entre los restos más importantes encontrados en España podemos mencionar los de Atapuerca (en la provincia de Burgos, la Cueva de Las Grajas (en Archidona, Málaga), la Cueva de Altamira (en la provincia de Santander), Cova Negra (en Játiva) y Pinar (en la provincia de Granada). 


La España Ibérica - Iberos y Celtas


Iberos fue el nombre que los griegos dieron a los habitantes originarios de la Península Ibérica. Se trataba de diversos pueblos diferenciados. Evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estiman que llegaron a la península en el periodo Neolítico (5000-3000 años a.C.). Hay corrientes que estiman que procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este y otras que consideran que formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental (Irlanda, Gran Bretaña y Francia), los creadores de la gran cultura megalítica sobre la que tantas muestras se conservan aún en España.

Uno de los principales testimonios del desarrollo cultural con personalidad propia de los iberos es su lengua, de la que se han encontrado numerosos textos en excavaciones. Se conocen tres tipos de escrituras paleo-hispánicas: la escritura del suroeste, la meridional y la ibérica levantina. Sólo la levantina se ha podido descifrar en parte por la existencia de monedas escritas en esta lengua y en latín. Pero en su mayoría, las lenguas iberas, al no estar emparentadas con otra lengua conocida, no se ha podido descifrar aún.

Algunas muestras de arte íbero son: La Bicha de Balazote (Albacete) del siglo VI a. C., el Guerrero de Porcuna (Jaén) del siglo V a. C., la Dama de Elche (Alicante), datada entre los siglos V y IV a. C. y la Dama de Baza (Granada) del siglo IV a. C.

De entre todos los iberos que habitaban la Península Ibérica, las fuentes históricas mencionan a los tartesios y a sus descendientes turdetanos y túrdulos como los más cultos de entre ellos. Efectivamente la civilización de Tartessos fue la primera que se conoce en la Europa Occidental. Esta civilización tendría ya otro nombre a la llegada de los romanos, llamándose entonces Turdetania a la región que habitaban.

Los celtas, tribus originarias de los Alpes que compartieron una cultura iniciada en la edad de hierro (1200 BC-400 AD) cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el siglo IX y VII a. C., estableciéndose en su mayor parte al norte (Galicia, Asturias, Cantabria, y norte de Castilla), donde se mezclaron con los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero. Este pueblo no sólo se estableció en el norte de España, sino también en Francia, Islas Británicas y parte del este de Europa.

Parece ser que las montañas en que vivía el pueblo vasco nunca fueron penetradas por ningún tipo de invasión, por lo que se considera que esta población estuvo en estas tierras sin mezclarse desde muy antiguo. También su lengua tiene raíces antiquísimas por lo que hoy no se encuentran paralelos con ninguna otra conocida.

Fenicios, Griegos y Cartaginenses


Los fenicios llegaron a la Península Ibérica hacia el 1104 a. C. Después comenzarían a fundar ciudades como Onuba (hoy Huelva) y factorías comerciales para apoyar sus frecuentes relaciones comerciales con este pueblo, como Gadir (hoy Cádiz) en el s. VIII a.C., Malaca ( hoy Málaga) y Abdera (hoy Adra, Almería) en el s. VII a.C.

Los griegos se instalan más al norte de la costa, en Rhodes (Rosas) y Emporion (Ampurias), en la actual Cataluña, encontrando a los iberos y dando las primeras referencias de este pueblo. También fundan la ciudad Akra Leuka (Alicante).

Con la derrota de Tiro a manos sirias, los fenicios que habían fundado la ciudad de Cartago se independizan fundando el Estado Púnico. A partir de aquí comenzarían una campaña imperialista dirigida al dominio del Mediterráneo, algo que significaría el fin de la independencia de los pueblos iberos y de la alta civilización de Tartessos.


Conquista cartaginesa


En el siglo III a. C., los cartaginenses inician en la Península Ibérica un proyecto imperialista mediterráneo, en el que fundan Qart Hadasht (Cartagena), que se convierte rápidamente en una importante base naval.

Cartago y Roma entrarán finalmente en una serie de guerras (Guerras Púnicas) por la hegemonía en el Mediterráneo occidental. Tras la derrota en la Primera Guerra Púnica, Cartago intenta resarcirse de sus pérdidas de Sicilia, Cerdeña y Córcega, incrementando su dominio en Iberia.

Amílcar Barca, Aníbal y otros generales cartagineses sitúan los antiguos enclaves comerciales fenicios de Andalucía y el Levante bajo su control y proceden después a la conquista o extensión de su área de influencia sobre los demás pueblos iberos. A finales del siglo III a. C., la mayor parte de las ciudades y pueblos al sur de los ríos Duero y Ebro, (la zona no habitada por los celtas o celtiberos) así como las islas Baleares estaban bajo el dominio cartaginés.

En el año 219 a. C. se produce la ofensiva de Aníbal contra Roma, tomando la Península Ibérica como base de operaciones e incluyendo un gran porcentaje de hispanos en su ejército.

El intento de someter a la colonia griega de Sagunto (situada al norte de Valencia), aliada de Roma, daría lugar a la Segunda Guerra Púnica, que culminará con la derrota cartaginense.


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