Buen viaje de nuevo! Cada septiembre es una vuelta al cole, nuevos alumnos, nuevas sensaciones y esas mariposas en el estómago hasta el momento de ver a los niños. Y digo ver, porque ya me parece conocerlos (hablando con compañeros, mirando expedientes, viendo sus antiguos cuadernos, echando un ojo a sus fotos con cara de buenos...).
Pues sí, otra aventura con una nueva tripulación que seguramente dentro de 10 meses no querré que llegué a su fin.
El verano sirve para reponer pilas (nunca para desconectar totalmente) y volver con energía renovada a esta maravillosa profesión.
Os dejo con unas palabras que acabo de leer... Nos vemos pronto.
Docentes con corazón de tiza y alma de patio. Gracias por vuestra incansable raza.
Gracias docentes: desde la Educación Infantil hasta la Universitaria.
Gracias por cada tutoría ganada al poco tiempo, ese que nadie te regala.
Gracias por cada acierto, y también por cada fallo que sin querer a veces se escapa.
Gracias por cada día que no has querido faltar con esa gripe estacional o ese dolor del alma.
Gracias por llorar a solas, y por emocionarte con los gestos invisibles que pasan en la rutina… casi desapercibida y callada.
Gracias por hacer malabares para que te atiendan, respeten, …y además aprendan.
Gracias por toda la imaginación con la que compensas las muchas sabidas carencias.
Gracias por la paciencia, y por dejarte la garganta hecha trizas cada mañana.
Gracias por las formas: las buenas, las regulares y las otras menos afortunadas.
Gracias por tus caricias, si, esas que sabemos que haces a traición después de un esfuerzo y a cambio de nada.
Gracias porque cuando decidiste dedicarte a esto, seguro que no se parecía en nada a lo que ahora es, pero gracias por no perder ni un ápice de ganas.
Gracias por formar parte de la vida de nuestros hijos, porque te recordarán en cada aprendizaje y en cada encrucijada.
Gracias por dar sentido, forma y contenido en cada nueva jornada.
Gracias por preparar cada lección en casa, por corregir a altas horas de la madrugada, por vivir tu oficio más allá de lo que esperabas.
Gracias por convertir cada atasco o dificultad en una nueva experiencia de oportunidad.
Gracias por molestarte en mandar notas con ánimos, ideas y amables palabras.
Gracias por sentir que cada persona merece la pena y por nunca pensar en tirar la toalla.
Gracias por seguir animando a aquellos de quienes muchos ya no esperaban nada.
Gracias por esas tiritas para la desilusión que siempre sabemos que guardas y llevas preparadas.
Gracias por resolver y descifrar respuestas enigmáticas envueltas entre imposibles palabras.
Gracias por tu corazón de tiza, por tu alma de patio y por tu incansable raza.
Soy hijo de un “maestro de pueblo” quien dedicó algo más que su vida a la enseñanza, y de él aprendí lo que no se enseña: que la vida sin pasión no vale de nada.
Luis Aretio
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