Aunque nos cueste reconocerlo, el mundo está lleno de abogados mediocres que podrían haber sido músicos excepcionales, de médicos desmotivados que hubieran sido poetas excelsos, de maestros sin vocación que hubieran llegado a ser pintores eminentes...
Esto es así porque una de las características de la escuela tradicional ha sido (y es) "probar que somos eficientes: aprende, recuerda, demuestra" (Richard Gerver), uniformizando a todos, ofreciendo como imagen del éxito educativo el éxito laboral y el reconocimiento social. Una escuela donde la creatividad, lo diferente, se sanciona, se castiga, se corrige.
La escuela solo se ha ocupado (y se ocupa, salvo contadas excepciones) de la inteligencia lingüística y de la matemática e ignora por completa otro tipo de talentos. Es por ello que dicen que la escuela mata la creatividad... pero no es la escuela, es la sociedad y su falta de valores.
Además, la escuela no se ocupa en absoluto de los intereses de los alumnos, se centra exclusivamente en cumplir con un currículo obsoleto y carente de sentido. "Cuando la materia que se enseña no tiene nada que ver con los objetivos reales de los estudiantes, se olvidará por completo" (Roger Schank).
La escuela puede (y debe) fomentar la creatividad, potenciando los distintos talentos de nuestros alumnos. La escuela debe abrir mentes, debe fomentar el espíritu crítico, debe ser un mundo de posibilidades, debe ser multicolor y dejar de ser en blanco y negro.
"¿Cuántos talentos he matado en la escuela?" Debería ser una pregunta que nos planteáramos todos los educadores y ser consecuentes con la respuesta. Ojalá todos pudiéramos contestar: ¡ninguno!
Fuente: el blog de salvaroj
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